Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
POPOL VUH



Comentario

CAPÍTULO IV


Estaban, pues, Balam Quitzé, Balam Acab, Mahucutah e IquiBalam, estaban todos juntos en la montaña con sus mujeres y sus hijos cuando llegaron todos los guerreros y soldados. Las tribus no se componían de dieciséis mil, ni de veinticuatro mil hombres.



Rodearon toda la ciudad, lanzando grandes gritos, armados de flechas y de escudos, tañendo tambores, dando el grito de guerra, silbando, vociferando, incitando a la pelea, cuando llegaron al pie de la ciudad.



Pero no se amedrentaban los sacerdotes y sacrificadores, solamente los veían desde la orilla de la muralla, donde estaban en buen orden con sus mujeres y sus hijos. Sólo pensaban en los esfuerzos y vociferaciones de las tribus cuando subían éstas por las faldas del monte.



Poco faltaba ya para que se arrojaran sobre la entrada de la ciudad, cuando abrieron las cuatro calabazas que estaban a las orillas de la ciudad, cuando salieron los zánganos y las avispas, como una humareda salieron de las calabazas. Y así perecieron los guerreros a causa de los insectos que les mordían las niñas de los ojos, y se les prendían de las narices, la boca, las piernas y los brazos. -¿En dónde están, decían, los que fueron a coger, los que fueron a sacar todos los zánganos y avispas que aquí están?



Directamente iban a picarles las niñas de los ojos, zumbaban en bandadas los animalejos sobre cada uno de los hombres; y aturdidos por los zánganos y las avispas, ya no pudieron empuñar sus arcos ni sus escudos, que estaban doblados en el suelo.



Cuando caían quedaban tendidos en las faldas de la montaña y ya no sentían cuando les disparaban las flechas y los herían las hachas. Solamente palos sin punta usaron Balam-Quitzé y Balam Acab. Sus mujeres también entraron a matar. Sólo una parte regresó y todas las tribus echaron a correr. Pero los primeros que cogieron los acabaron, los mataron; no fueron pocos los hombres que murieron, y no murieron los que ellos pensaban perseguir, sino los que los insectos atacaban. Tampoco fue obra de valentía, porque no murieron por las flechas ni por los escudos.



Entonces se rindieron todas las tribus. Humilláronse los pueblos ante Balam Quitzé, Balam Acab y Mahucutah. -Tened piedad de nosotros, no nos matéis, exclamaron.



-Muy bien. Aunque sois dignos de morir, os volveréis [nuestros] vasallos por toda la vida, les dijeron.



De esta manera fue la derrota de todas las tribus



por nuestras primeras madres y padres; y esto pasó allá sobre el monte Hacavitz, como ahora se le llama. En éste fue donde primero estuvieron fundados, donde se multiplicaron y aumentaron, engendraron sus hijas, dieron el ser a sus hijos, sobre el monte Hacavitz.



Estaban, pues, muy contentos cuando vencieron a todas las tribus, a las que derrotaron allá en la cumbre del monte. Así fue como llevaron a cabo la derrota de las tribus, de todas las tribus. Después de esto descansaron sus corazones. Y les dijeron a sus hijos que cuando los quisieron matar, ya se acercaba la hora de su muerte.



Y ahora contaremos la muerte de Balam Quitzé, Balam Acab, Mahucutah e Iqui Balam, así llamados.